Época: Barroco9
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1700

Antecedente:
Flandes bajo el signo de Rubens

(C) Antonio Martínez Ripoll



Comentario

Tan versátil como caudalosa fecundidad creadora, Rubens no habría podido afrontarla en solitario. Para satisfacer las numerosas demandas que le llegaban de todas partes y coronar con éxito tan apabullante quehacer, tuvo que sistematizar su actividad personal y organizar su taller, admitir colaboradores y solicitar ayudas. Los múltiples y variados encargos que recibía le obligaron a rodearse de expertos colaboradores (que no aprendices, aunque los tuvo, y muchos: él mismo, en una carta de 1611, dice haber tenido más de 100), como lo fueron sus jóvenes émulos Jacob Jordaens y, más que ningún otro, Anton van Dyck, de cuya cooperación surgió más de una obra maestra, a pesar del poco tiempo que permaneció al servicio del maestro.Pintores ya consagrados, como Brueghel de Velours o F. Snyders, tampoco desdeñaron esta labor, pintando flores, paisajes y animales en sus cuadros, y en los que él ejecutaba la parte noble, las figuras. Exigente pero no déspota con aquéllos que le ayudaban a transportar sus proyectos, fue capaz de adaptarse a sus diversas maneras operativas -dejando incluso a sus colaboradores más avezados ciertas libertades de ejecución y de improvisación-, por lo que nunca le faltaron los pinceles de los más dotados especialistas en los diversos géneros, para ocuparse del paisaje, como J. Wildens, P. Snayers y L. van Uden; de las historias, como Th. van Thulden, J. van Egmont, A. van Diepenbeek o E. Quellinus el Joven; de los animales, como P. de Vos.Aun así, no debe exagerarse (pero tampoco minimizarse) el papel del taller y de los colaboradores, pues todos trabajaron a partir de los bocetos y los modelos pintados o dibujados por Rubens, que sin respiro supervisaba el quehacer de todos sus ayudantes, corregía sobre la marcha los posibles errores o, de ser menester, daba los últimos toques a los cuadros, marcándolos siempre con su impronta personal. Y todo, mientras él ejecutaba por su mano la mayoría de las grandes composiciones.Empresario de sí mismo, sus dotes organizativas y comerciales las mostró también en los dominios del grabado de reproducción; usado como vehículo difusor de su propia pintura. Atento al cuidado de su imagen pública y consciente del poder de propaganda de la estampa, organizó un obrador calcográfico en su taller. Allí, bajo su dirección personal y según sus modelos pintados en grisalla o los dibujos interpretativos de sus discípulos, expertos grabadores reportaron a las planchas de cobre sus composiciones más características, logrando difundir su obra y consolidar su fama por toda Europa. Desde su primera experiencia con C. Galle el Viejo, que grabó la extraordinaria lámina de La gran Judit (h. 1610) -pintura conocida sólo por este grabado-, burilistas como L. Vorsterman el Viejo, P. Pontius, H. Witdoeck, S. a Bolswert o Ch. Jegher interpretaron su arte y copiaron sus pinturas. Hasta qué punto su reputación artística estuvo ligada a la calidad de estos grabados, lo demuestra el hecho de que, en 1642, un crítico como Baglione basara sus comentarios sobre las obras de Rubens ejecutadas tras su etapa romana a partir de sus reproducciones grabadas y estampadas.El rendimiento obtenido de esta intensa actividad fue, además de impresionante en cantidad de obra producida, prodigioso en resultados artísticos. Hombre culto y políglota, Rubens coleccionó antigüedades y obras de arte, jugó a sabio y diplomático, y fue ennoblecido. Artista genial, creó y pintó en una posición de verdadera vanguardia. Burgués empedernido, planificó, controló y organizó el trabajo de su taller y la actividad de otros artistas, y comerció con obras propias y ajenas. Seguir hablando de su taller y citar a los muchos artistas que, de uno u otro modo, por allí pasaron, es tanto como seguir demostrando que en torno a Rubens se desarrolló la pintura flamenca, lo que es, además de cierto, bien conocido. Tan sólo recordar una curiosidad reveladora, por lo demás evidente: excepciones aparte, así los casos de Van Dyck y Jordaens, la inmensa mayoría de los pintores que trabajó con Rubens y bajo su férula artística, cuando lo hicieron por su cuenta, parecen capidisminuir y perder buena parte de su valor.